Triunfa el cine espiritual
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La maravillosa película dirigida por Ang
Lee fue una de las más destacadas por la Academia, con cuatro
estatuillas. Pero ¿cuál es su mensaje? (Ang Lee, ganador al Oscar como mejor director por LA VIDA DE PI/Reuters) |
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(Por su importancia, transcribimos literalmente el comentario aparecido en el blo PROTESTANTE DIGITAL, respecto a la premiación de ésta pelicula)
25 DE FEBRERO DE 2013, LOS ANGELES
No era la favorita en las “quinielas” previas a la gala, pero
finalmente ha sido una de las más destacadas en la noche de los premios
Oscar.
El director de La vida de Pi, Ang Lee, se llevó de hecho
una de las estatuillas más codiciadas: la de mejor director,
arrebatándosela a figuras del peso en la industria, como Steven
Spielberg.
En radios, televisiones y en las redes sociales se ha presentado la
película con diferentes términos. Suelen hablar de ella como “un viaje
espiritual”, “un redescubrimiento de la fe”, o
algunos llegan a decir que se trata, como el libro de Yann Martel en el que se basa, una película “que te hará creer en Dios”.
Lo que sin duda los académicos han percibido es que estamos ante una
película especial, que asienta su historia en una extraordinaria
experiencia personal en la que la fe y la espiritualidad es un elemento
protagonista, una rareza en el mundo vertiginoso y materialista del que
el mismo cine es tantas veces esclavo.
EL VIAJE ESPIRITUAL DE ANG LEE
El director de la cinta es Ang Lee, una rara avis en Hollywood: no
acepta proyectos de estudios, sino que siempre busca potenciar los suyos
propios. Por demás, un director sensible, cuyas películas suelen
rebuscar en los recovecos del ser humano. Películas en las que la
espiritualidad tiene siempre un peso de importancia, aunque nunca de
forma tan notoria y clave como en La vida de Pi.
El director define su obra como “una fábula sobre la fe”. Y
como en toda fábula, hay una historia, un viaje, un conflicto y una
moraleja.
Dice el periodista José de Segovia en su
artículo en Protestante Digital
sobre la película que “aunque este es un relato de aire oriental, el
protagonista nace en una antigua colonia francesa, al sureste de la
India –Pondicherry–, que ha tenido influencia del catolicismo. Esta es
la religión en la que han sido educados también el director y escritor
de esta historia. Ya que aunque Lee es de Taiwán, tiene una madre
católica, que le llevaba a la iglesia y le hacía rezar cuatro veces al
día –hasta los 14 años–, mientras que el franco-canadiense Martel asiste
todavía a misa cada domingo”.
Pero
la idea de Dios del director “va más allá de la religión organizada, como los protagonistas de esta película: encontramos personas que buscan la fe, en medio de la desilusión y la duda”.
ASENTANDO CREENCIAS
El protagonista comienza contando su historia desde niño. Pi, educado
en las creencias hinduistas, se muestra como un pequeño inquieto por la
religión y la espiritualidad. Su curiosidad le llevará a descubrir otras
religiones, entre ellas la cristiana.
Pi de hecho “conoce a Cristo, el Dios que manda a su hijo a salvar a
gente normal” –cuenta Pi, citando a continuación Juan 3:16–. “Me gustaba
el Hijo de Dios”, dice Pi, Aunque no entiende “¿qué clase de amor
sacrifica a un inocente?”.
Su camino sigue adelante y luego abrazará el islam, para finalmente mostrarse como
un creyente bastante curioso, con tres religiones a la vez. Más que
sincretismo, la idea que potencia Pi es que la existencia de Dios se ha
manifestado en diferentes formas y culturas. Para él no es un problema llamar al Dios cristiano Brahma porque entiende la religión como “una casa con muchas habitaciones”.
EL VIAJE
La película se desarrolla, en gran parte, en un escenario único: una barca perdida en medio del océano.
Así queda Pi tras un naufragio en el que es el único superviviente...
junto a un peligroso tigre con el que tendrá que compartir espacio y
vivencia.
“El barco que se hunde –dice Martel– es para mí, símbolo de los
accidentes que ocurren en la vida, inexplicablemente”. José de Segovia
explica que “el adolescente tiene que pasar 227 días con este tigre. El
relato se convierte así en toda una parábola sobre la supervivencia, la
aceptación y la adaptación, pero también en una prueba para la realidad
de su fe”.
No hay aquí una visión idílica de la Creación. Si esto fuera una
película de Disney, el chico se haría amigo del tigre, pero este es un
animal de 250 kilos con dientes afilados como cuchillas, que se hace
dueño y señor del bote. “La naturaleza no es sentimental –dice Lee–, el
sentimiento es algo humano”.
LA RELIGIÓN COMO MEDICINA
Es en este momento de la película en el que se plantean los mayores
simbolismos con respecto a la forma en la que las personas afrontan su
existencia.
El protagonista grita, ora, espera y aprende en una
experiencia que le marcará profundamente. En este sentido, se presenta
la religión como fuerza motriz o “medicina” para acompañar en los
momentos difíciles.
Pero no es este el mensaje principal.
Al llegar al final del
relato se plantea una pregunta al espectador. Dice Lee que esta historia
trata sobre “el salto de la fe”, un salto que el director, a través de
su relato, relaciona con dos aspectos: la percepción humana y la
cultura, ignorando una clave: la revelación.
José de Segovia se pregunta “¿qué fe es esta? Para la mayor parte de la
gente, lo mismo da una religión que otra, ya que se supone que, en el
fondo, todas vienen a decir lo mismo”.
Ese parece ser uno de los
mensajes más reforzados del filme. No importa lo que creas, lo
maravilloso es “creer en algo” porque te ayudará a ver y afrontar tu
existencia con paz interior.
¿TODAS IGUALES?
“El problema – señala José de Segovia - es que poco tiene que ver
Brahma con el Padre de Jesucristo, el Nirvana del hinduismo con el
paraíso de Mahoma, el panteísmo con el monoteísmo, o la salvación
cristiana con el camino del budismo”.
No es extraño que nos guste la idea “de que todas las
religiones llevan a Dios, pero ¿cómo puede ser igual un Dios que manda
la guerra santa que Aquel que muere en nuestro lugar? Hay aquí
un problema lógico: ¿cómo puede ser que todos los caminos vayan al mismo
sitio? O ¿es que decimos que todas las religiones son iguales, para no
tener que molestarnos en profundizar en ninguna?”.
Ese
vacío intelectual es al que parece querer agarrarse la sociedad al hablar de religión.
“Muchos, por lo tanto, pretenden no creer en ninguna religión en
particular, para que tomando lo que les parece mejor de cada una, formen
su propio credo personal. Lo que está muy de acuerdo con esta época de
relativismo y sincretismo, donde no hay blanco ni negro. Todo depende.
La única virtud es la tolerancia”, analiza el teólogo.
Es por eso que la
lección de la fábula, aunque bonita, no deja de ser simplista y vacua. “Como
al final de este relato, lo que queremos saber es cuál es la historia
auténtica. Pi dice que tenemos que elegirla nosotros, pero hay que
escoger. No todas las religiones son iguales. Si tienen puntos de vista,
no sólo diferentes, sino opuestos sobre Dios, el mundo, el mal, la
muerte, la justicia, la salvación, ¿cómo podemos decir que son lo
mismo?”, se pregunta el José de Segovia.
El critico de cine de El País
Javier Ocaña expresaba una sensación similar
ante
la “moraleja” de la película, que considera con un tono “de autoayuda
ligera, de trascendencia new age previamente mascada”.
“Necesitamos conocer la verdad”, expresa finalmente De Segovia. “Cuando
andamos como ciegos, al borde del precipicio, no hay mayor cinismo que
decir: no importa el camino por el que vayas”. Por eso considera que hoy
muchos quieren hacerse “un dios a su imagen y semejanza”, sin darse
cuenta que “ninguna religión, en ese sentido, como esfuerzo humano, nos
puede llevar a Dios. Si Él no toma la iniciativa, no podemos saber nada
de Él”.
Es por eso que el cristianismo reclama un aspecto clave y diferencial. “Dios
ha hablado” y ya “no es la historia de los hombres buscando a Dios,
sino de Dios buscando a los hombres. No podemos llegar a Dios, pero Él
puede llegar a nosotros. Por que Jesús no muestra la verdad, como Buda,
apuntando al Camino, sino que Él mismo dice ser el Camino, la Verdad y
la Vida”.
Agencias / Protestante Digital 2013 / Editado por MCVI
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