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Cuarenta años después de que 11 atletas fueran asesinados en Múnich, Israel sigue de duelo en soledad. |
Los atletas creían que en las Olimpíadas no hay ni fronteras ni enemistades.
Los juegos de Múnich de 1972 prometían dar paso a una nueva era de
deporte mundial. Ankie Spitzer, la esposa del entrenador de esgrima
Andre Spitzer, le dijo cómo identificaron a algunos
atletas libaneses en Múnich. "Andre decidió salir caminar hacia ellos y
comenzar una conversación. '¿Estás loco? ¡Estamos en guerra con El
Líbano!' Andre me miró y dijo: 'Aquí no hay fronteras, no hay
enemistades'. Nunca olvidaré cuando terminó de hablar con ellos y se
dieron la mano, él se dio vuelta hacia mí con una inmensa sonrisa y
dijo: 'He estado soñando con esto. Esta es la esencia de los Juegos
Olímpicos'.
La atmósfera era abierta y libre, los guardias de seguridad ni
siquiera portaban armas (Compara esto a los Juegos Olímpicos de Londres
de este año, cuya fuerza de seguridad de mil millones de dólares incluye
tecnología de reconocimiento facial, jets volando por los aires y
misiles tierra-aire). En las ceremonias de apertura, como símbolo de paz
y unidad, miles de palomas bávaras fueron liberadas en el estadio
olímpico.
Los
Juegos de Múnich también eran vistos como una rectificación de otro
tipo. Varios miembros del equipo olímpico israelí habían perdido
familiares a manos de los nazis, o ellos mismos eran sobrevivientes. El
levantador de pesas Zeev Friedman había nacido en Polonia en el clímax
de la guerra; el entrenador de los levantadores de pesas Yaakov Springer
había participado en el levantamiento del Gueto de Varsovia; el
maratonista Shaul Ladany había sido un interno en Bergen-Velsen. Los
juegos de Múnich se desarrollaron a 22 kilómetros del campo de
concentración Dachau, y el contingente de atletas israelíes lo visitó en
la tarde del comienzo de los juegos, confiados de que esas seguras y
serenas olimpíadas pondrían a descansar a algunos de los 6 millones de
demonios. La corredora israelí Esther Roth – cuya impresionante
actuación en los juegos de Múnich (11,45 segundos en los 100 metros
llanos) continúa siendo, cuatro décadas después, el récord nacional
israelí – hablaba de un triunfo histórico representando al Estado Judío
en suelo alemán.
Salteando la Valla
Y luego ocurrió. A las 5 a.m. del 5 de septiembre, ocho palestinos
–disfrazados de atletas y llevando bolsos de gimnasia decorados con los
anillos olímpicos – saltearon la valla de la Villa Olímpica. Esos bolsos
no contenían calzado deportivo, sino rifles Kalashnikov y granadas de
mano. Utilizando llaves robadas se metieron en el dormitorio de los
hombres israelíes, mataron rápidamente a dos atletas y tomaron a los
otros nueve de rehenes.
De un momento a otro, el ideal olímpico había estallado en una
horrenda colisión de unidad versus destrucción, de paz versus guerra. Y,
con eso, mi propio alborozo juvenil fue despedazado; perdí mi inocencia
con ese primer y amargo pantallazo de las realidades más dolorosas de
la vida judía.
Mis padres trataron de calmarme, asegurándome que todo estaría bien.
Con una mezcla de miedo y confusión esperé minuto tras minuto, hora tras
hora, a medida que los plazos se cumplían y el drama se desarrollaba
ante una audiencia mundial de mil millones de personas: Terroristas
palestinos enmascarados… amenazando con ejecutar a un israelí cada hora…
un intento de irrumpir en el edificio que se abortó cuando los
terroristas mismos comenzaron a monitorear esas actividades mirando la
cobertura televisiva… exigiendo un avión a El Cairo… la transferencia de
todos los terroristas y rehenes en helicóptero al aeropuerto cercano de
Fürstenfeldbruck… y la creciente incertidumbre sobre lo que pasaría.
Comenzó un tiroteo en el aeropuerto. Llegaron los reportes iniciales:
Todos los rehenes estaban vivos. Todos los atacantes habían sido
asesinados.
Lo que era sólo un rumor había cruelmente mutado para convertirse en
un hecho. Los periódicos israelíes llegaron a las calles con titulares
como: "Rehenes en Múnich Rescatados". A Ankie Spitzer, viendo desde la
casa de sus padres en Bélgica el desarrollo del drama, le ofrecieron una
botella de champaña. La Primer Ministro Golda Meir fue a dormir
creyendo que las fuerzas alemanas habían rescatado a los nueve atletas.
Con una enorme sensación de alivio, yo también me fui a la cama.
Cuando me desperté, la expresión en el rostro de mi padre me dijo que
algo había salido horriblemente mal. El plan alemán para salvar a los
rehenes había fallado en todas las formas posibles. Un grupo de 17
oficiales de policía que había sido posicionado en el avión para
emboscar a los terroristas abandonó cobardemente su misión a último
minuto. La ley alemana imposibilitó el involucramiento del ejército, y
los alemanes se rehusaron neciamente a recibir la ayuda de las fuerzas
especiales israelíes. El esfuerzo de rescate fue liderado por el jefe de
la policía de Múnich, que había sido acusado de asesinato involuntario
después de equivocarse en un robo a un banco unos meses antes.
Increíblemente, tres semanas antes de la masacre, un informante
alertó a la Embajada de Alemania en Beirut acerca de los planes
palestinos para "un incidente" durante los Juegos Olímpicos. Cuatro días
más tarde, el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán alertó a las
autoridades de Múnich y les aconsejó que "tomaran todas las medidas de
seguridad posibles". (Las medidas nunca fueron tomadas, y la evidencia
fue ocultada por décadas).
El equipo de rescate de la policía era absolutamente inadecuado para neutralizar a los ocho terroristas.
El equipo de rescate – que consistía de sólo nueve francotiradores –
era absolutamente inadecuado para neutralizar a los ocho terroristas.
Ninguno de los francotiradores poseía entrenamiento especial, ni estaba
equipado con anteojos de visión nocturna ni miras telescópicas. No
tenían contacto radial, lo cual les imposibilitaba coordinar su fuego.
No había ningún vehículo blindado en la escena – los que habían llamado
quedaron varados en el tránsito. Un equipo SWAT arribó en helicóptero
una hora tarde y aterrizó a más de un kilómetro de la acción. En el caótico tiroteo de dos horas fueron asesinados los nueve
atletas israelíes, atacados por el fuego palestino y luego incendiados
por granadas mientras estaban atados indefensos en los helicópteros.
Jim McKay, de ABC, entregó las desgarradoras noticias:
Cuando yo era niño, mi padre acostumbraba decir: "Nuestras más
grandes esperanzas y nuestros peores miedos rara vez se hacen realidad".
Nuestros peores miedos se han hecho realidad esta noche. Había 11
rehenes. Dos fueron asesinados en sus cuartos ayer en la mañana, y nueve
fueron asesinados en el aeropuerto esta noche. Todos se han ido.
Todos se han ido.
Los atletas israelíes sobrevivientes se retiraron de la competición y
acompañaron a los 10 cajones de vuelta a Israel. El cuerpo del
levantador de pesas David Berger, un joven abogado norteamericano que
acababa de emigrar a Israel, fue enviado de vuelta a su ciudad de
origen, Cleveland. Mark Spitz también fue evacuado rápidamente por miedo
a ser el próximo objetivo.
Mientras
tanto, la competencia en los juegos continuó normalmente hasta las 3
p.m. de ese día, unas 10 horas después del comienzo de la crisis.
Los
eventos fueron suspendidos sólo después que Brundage (presidente del COI
en ese entonces) enfrentó un creciente ataque de criticismo. De acuerdo
a la revista
Time, durante el impase la preocupación principal
de Brundage fue "alejar la crisis de la Villa Olímpica", como diciendo:
"No hay forma de salvar a los rehenes, al menos salvemos los Juegos".
Después de la masacre, muchos pidieron la cancelación de los Juegos.
"Haces una fiesta, alguien muere en la fiesta, no continúas con la
fiesta", declaró el maratonista holandés Jos Hermens. "Yo me vuelvo a
casa".
Pero, a pesar de la oposición tanto de los oficiales olímpicos como
de los organizadores alemanes, Brundage estuvo firme en su negación a
canelar o posponer los Juegos. La competencia continuó después de un
servicio memorial en el que Brundage hizo pocas referencias a los
atletas asesinados y comparó el ataque mortal a la controversia sobre la
participación de Rhodesia en los juegos. Brundage declaró con firmeza:
"Los Juegos deben continuar". En respuesta, 80.000 personas alentaron,
impulsando al
New York Times a describir el servicio memorial como "más parecido a una rally para darse ánimo".
No todos se lo tomaron tan a la ligera. Carmel Elias, primo del
entrenador de lucha israelí, Moshe Weinberg, colapsó durante el servicio
memorial y murió de un infarto. Jim Murray, de
Los Angeles Times, escribió en ese momento: "Increíblemente, van a continuar. Esto es casi como bailar en Dachau".
"Correré, pero no tengo ganas de correr", dijo el maratonista
norteamericano Kenny Moore. "Hasta ahora, todos creíamos que las
Olimpíadas eran un símbolo de algo importante. Ahora es una locura. ¿Qué
es importante después de esto?".
Operación Ira de Dios
Desde el punto de vista del terrorismo moderno, Múnich fue el
comienzo del fin, un evento seminal probando que el terrorismo funciona.
En las palabras de un activista de Al Qaeda: la masacre olímpica fue
"la más grande victoria mediática y… un gran ataque de propaganda".
Las agrandadas guerrillas palestinas atacaron de nuevo menos de dos
meses después secuestrando un avión alemán y exigiendo la liberación de
los tres terroristas sobrevivientes de Múnich. Sin consultar al gobierno
israelí, el canciller alemán Willy Brandt capituló y liberó a los
terroristas, que fueron inmediatamente transportados a Libia y recibidos
como héroes.
Para promover la disuasión israelí, la Primer Ministro Golda Meir
ordenó el asesinato de todos los involucrados en la masacre. Algunos
fueron eliminados en Europa con bombas ubicadas estratégicamente, otros
fueron derribados en una operación – liderada por el actual Ministro de
Defensa Israelí, Ehud Barak – que hizo llegar secretamente botes a la
playa libanesa y atrevidamente fusiló a líderes terroristas palestinos
en el centro de Beirut. La eficacia de estas operaciones fue
representada en la controversial película de 2005 de Steven Spielberg,
Múnich
(en una escalofriante mezcla entre Hollywood y la realidad, el actor
Guri Weinberg, hijo del asesinado entrenador de lucha Moshe Weinberg,
representó a su padre en la película).
Sin embargo, ninguno de los involucrados en la masacre de Múnich
recibió su castigo correspondiente. El cerebro detrás del atentado, Abu
Daoud, ha dicho en repetidas oportunidades que los fondos para la
masacre fueron provistos por Mahmoud Abbas, el actual presidente de la
Autoridad Palestina. De hecho, cuando Amin Al-Hindi, uno de los
principales planeadores del ataque, murió en 2010, Abbas llevó a cabo un
funeral patrocinado por la Autoridad Palestina, completo con alfombra
roja y banda militar. El periódico oficial de la Autoridad Palestina
describió a Al-Hindi como "una de las estrellas que brillaron… en el
estadio deportivo de Múnich" (
Al-Hayat Al-Jadida, 20 de agosto de 2010).
Londres 2012
Lo que nos trae al día de hoy. Durante los últimos 40 años, las
desoladas familias han esperado ansiosamente por expresiones de
remordimiento y responsabilidad por parte de los oficiales alemanes. "Si
nos dijeran: 'Miren, tratamos, no sabíamos lo que estábamos haciendo,
no queríamos que las cosas terminaran así, lo sentimos' – con eso
bastaría", le dijo la viuda Ankie Spitzer. "Pero ni
siquiera han dicho eso".
Las familias de las víctimas hicieron un pedido específico al Comité
Olímpico: Que se haga un minuto de silencio en la Ceremonia Inaugural.
El objetivo es reconocer que esta horrenda matanza es lamentada no sólo
por Israel, sino por toda la comunidad de naciones.
"El silencio es un tributo adecuado", dice Spitzer. "El silencio no
contiene declaraciones, supuestos o creencias, y no requiere comprensión
de lenguaje para ser interpretado". La gente es invitada a reflexionar,
a rezar y a recordar a los atletas de forma personal.
Poco después de la masacre, Spitzer le escribió su primera carta al
Comité Olímpico. Ella no preguntó "si", sino "qué" conmemoración se iba a
hacer en los juegos de Montreal de 1976. Simplemente asumió que el
Comité Olímpico haría algo.
La carta no tuvo respuesta.
Año tras año Spitzer presentó su caso, asistiendo a todos los Juegos
Olímpicos de verano (a excepción de Moscú 1980), nunca se dio por
vencida. "No tengo una agenda ni política ni religiosa. Nuestro mensaje
no es de odio ni venganza. Es un mensaje positivo de recuerdo y
fortalecimiento de los ideales olímpicos", dice Spitzer. "Cuarenta años
es una espera suficiente".
El Comité Olímpico se ha rehusado tercamente argumentando que esto "politizaría las olimpíadas".
En los últimos meses el poder de Internet ha esparcido la historia, y
más de 100.000 personas de 155 países diferentes han firmado una
petición
exigiendo este minuto de silencio. El Congreso de los Estados Unidos,
el Parlamento de Canadá, el Parlamento Federal de Alemania, la Casa de
Representativos de Australia y otros han todos pasado por unanimidad
resoluciones validando esta entendible demanda. El presidente de Estados
Unidos, Barack Obama, también se ha unido al pedido. Pero el Comité
Olímpico se ha rehusado tercamente argumentando que esto "politizaría
las olimpíadas".
Muy meritoriamente, Bob Costas de NBC Deportes, ha prometido su
propio "minuto de silencio" en la ceremonia inaugural – quizás apagando
su micrófono cuando entre la delegación israelí.
Pero igualmente, con esta negación, las Olimpíadas están siendo
politizadas. Los oficiales olímpicos han dicho que si se hiciera un
tributo oficial, todas las delegaciones árabes (incluyendo las de los
países ricos en petróleo que patrocinan los Juegos) renunciarían a las
Olimpíadas. En otras palabras, en lugar de elevar el ideal olímpico por
sobre la política, el Comité Olímpico está rindiéndose ante las fuerzas
antisemitas. Al igual que otro cuerpo internacional, la ONU, el
movimiento olímpico está siendo vergonzosamente secuestrado por un
bloque de fuerzas árabes, musulmanas, dictatoriales y tercermundistas
que socaban la confianza y la buena voluntad sobre las cuales las
olimpíadas siempre se han erigido.
Los oficiales olímpicos le dijeron a Spitzer que "sus manos estaban
atadas" por estas consideraciones políticas. "No", dijo Spitzer, "las
manos de mi esposo estaban atadas, no las suyas".
Secuestrando los Juegos
Este es un momento crucial en el cual el Comité Olímpico necesita
erguirse y evitar su caída en la locura. Este no es un asunto interno
israelí, tampoco una postura política ni venganza. Es sobre hacer
justicia con la memoria de 11 hombres que vinieron en paz y volvieron a
casa en ataúdes. Las víctimas no fueron asesinadas en las calles de Tel
Aviv, tampoco fueron turistas accidentales en Múnich. En cambio, fueron
miembros de la familia olímpica asesinados dentro de la Villa Olímpica
como participantes de los Juegos. Fue una agresión en contra del ideal
olímpico.
Yo
no lanzo la acusación de antisemitismo a la ligera. Si los atletas
asesinados hubiesen sido norteamericanos, británicos o palestinos,
¿alguien duda que el Comité Olímpico ofrecería un adecuado tributo
memorial? ¿Por qué la ceremonia inaugural incluyó menciones de la Guerra
de Bosnia en 1996, y los Juegos de 2002 abrieron con un minuto de
silencio por las víctimas del atentado a las Torres Gemelas? ¿Por qué
cuando se trata de Israel toda la cháchara de "hermandad" y "unidad"
parece desvanecerse?
Dice Spitzer: "Después de escuchar todas las tristes excusas por 40
años, sólo puedo arribar a una conclusión: Es discriminación
anti-Israel, anti-judaísmo".
El comité olímpico ha tenido por muchos años una mala reputación de
hipocresía y corrupción. Fue el mismo Avery Brundage quien exhibió
antisemitismo en la ocasión previa en que los Juegos fueron celebrados
en suelo alemán. Dos años antes de los Juegos de Berlín de 1936,
Brundage viajó para encontrarse con los oficiales del gobierno alemán
para discutir sobre el protocolo durante los Juegos. Al volver, comentó:
"Me han asegurado positivamente… que no habrá ninguna discriminación en
contra de los judíos. No pueden preguntar más que eso y creo que la
garantía será cumplida". Pero a la hora de la verdad, fue Brundage mismo
quien tranquilizó a Hitler y retiró a los dos atletas judíos de la
formación norteamericana.
En años recientes también hemos visto esta "tolerancia por el
antisemitismo": En los Juegos de 2004 (Atenas) y 2008 (Beijing), Irán
ordenó que sus atletas no compitieran en contra de israelíes. ¿La
respuesta disciplinaria del Comité Olímpico? Nada.
La pesadilla de Múnich me afectó mucho. Cuatro años después, los
Juegos de 1976 se celebraron en Montreal, no lejos de mi casa en Nueva
York. En un sueño hecho realidad, mis padres me llevaron a un partido de
fútbol en el que participó el equipo nacional israelí. Alentamos mucho
por nuestro "equipo local". Pero las cosas nunca volverían a ser igual.
Cuando el equipo israelí entró al estadio de Montreal para la
Ceremonia inaugural, la bandera nacional israelí fue adornada con una
cinta negra. Para mí, esa cinta negra representaba más que la memoria de
los 11 de Múnich. Representaba la cruda realidad del repetido fracaso
del mundo de levantarse cuando los judíos están siendo amenazados. Ya
sea negándose a bombardear las vías de tren que llevaban a Auschwitz,
negándose a detener el programa nuclear iraní, fracasando al proteger a
los atletas israelíes cuando la sangre judía volvía a ser derramada
sobre el suelo alemán, y negándose a ofrecer un minuto de silencio en su
memoria.
Por 2.000 años de exilio, el pueblo judío ha estado sufriendo
repetidamente el desprecio a los ojos de las naciones. Qué acorde que la
ceremonia inaugural en Londres se llevará a cabo este viernes por la
noche – en
Tishá B’Av, el día de la historia judía que marca la destrucción de nuestro foco unificador, el Templo Sagrado de Jerusalem.
Algunas cosas nunca cambian. Porque somos la nación eterna… que vive sola.
Izkor - Nosotros Recordamos
David Berger (levantador de pesas)
Zeev Friedman (levantador de pesas)
Yosef Gutfreund (referí de lucha)
Eliezer Halfin (luchador)
Yosef Romano (levantador de pesas)
Amitzur Shapira (entrenador de pista)
Kehat Shorr (entrenador de tiro)
Mark Slavin (luchador)
Andre Spitzer (entrenador de esgrima)
Yakov Springer (juez de levantamiento de pesas)
Moshe Weinberg (entrenador de lucha)